(Texto adaptado por Miguel Ramis de
"Nacimiento de una ciudad romana",de David Macaulay)
Para los romanos, que buscaban en la monumentalidad
de sus construcciones un cauce eficaz a su obstinada
voluntad de imposición de poder, fue el acueducto,
uno de sus logros más perfectos.
Los acueductos nos imponen por sus 3 dimensiones: altura
fuera de la escala humana, longitud que llega a ser
verdaderamente colosal en alineaciones de kilómetros
y que además se alarga indefinidamente por la
repetición monótona de sus arcadas y finamente,
por su poco espesor que llega a dar esbelteces de verdadero
alarde, como ocurre, por ejemplo, en Segovia.
Los libros que se escribieron se perdieron, a excepción
del tratado de Vitrubio y algunos otros, como el de
Frontino, pero el hecho de que actualmente siguen en
servicio demuestra ampliamente su eficacia, cubriendo
sus dos funciones básicas: transportar el agua,
y resistir los ataques y el vandalismo, lo que consiguen
con el gran ramaño de sus sillares, que desmoraliza
a los destructores.
Los romanos siempre procuraban edificar cerca de una
fuente de agua limpia, ya sea un río o un manantial.
Cuando esto no es posible, construyen un acueducto para
traer el preciado elemento.
Mientras Roma no fue más que un pequeño
estado dentro del Lacio, su fuente fue el río
Tíber, pero a finales del siglo IV a.C.,, en
el año 312 a.C., los romanos empezaron a construir
su primer acueducto, el Aqua Appia.
El primer paso en la construcción del acueducto
es encontrar la ubicación de la fuente de donde
se tomaría el agua. No siempre se disponía
de una fuente, para asegurar agua fresca y saludable.
Muchas veces era necesaria una minuciosa labor de búsqueda
hasta dar con ella. Vitrubio, en su Libro VIII, indicaba
la metodología que debía seguirse, basada
sobre todo en la observación directa de la naturaleza:
la vegetación, el terreno, su configuración
y el grado de humedad.
Por otro lado se presentaba el problema de como realizar
la captación. Para ello decidian desviar parte
del curso del río, a través de un canal
impermeabilizado con opus signinum, y aprovechar la
pendiente del terreno para conseguir la inclinación
necesaria para la conducción del agua hacia una
represa o lago artifcial. De esta manera se mantenía
una reserva de agua para el verano. Además, estas
represas ayudaban a decantar el agua por sedimentación
y normalizaban la distribución.
La conducción del agua desde la represa admitía
diversas soluciones. Vitruvio había estipulado
tres posibles maneras: por canal cubierto de mampostería,
por tubería de plomo o por tubería de
cerámica. Las tuberías de cerámica
ya eran conocidas en Egipto y resultaban las más
económicas.Las tuberías de plomo se construian
con unas láminas de unos tres metros de largo
que luego enrollaban en cilindros de madera y unían
soldando los bloques.
La propia palabra romana aquaeductus (conducto de agua)
indica claramente qué es es un acueducto. No
se trata de un puente que lleva agua, aunque algunas
veces esté formado de puente, sino de un canal
hecho por el hombre con el cual se transporta el agua.
Los romanos preferían que el agua de sus acueductos
fluyera cuesta abajo, a favor de la gravedad, pues así
no hacía falta aplicarle presión para
que corriera.
Pero si por las circunstancias que fuesen esto no
era posible o viable, surgía como muchas más
veces, el ingenio romano encontraba una solución.
Dicha solución consistía en la construcción
de los llamados sifones. Los sifones funcionan a la
manera de los vasos comunicantes, y están compuestos
por tres elementos: un tubo descendente, uno horizontal
y uno ascendente.
Tal y como se puede apreciar en el esquema
que hay a pie de texto, el tubo descendente ha
de tener mayor diámetro que los otros dos
para que el agua adquiera la presión suficiente
y, una vez atravesado el tubo horizontal -que
evita el cambio violento de dirección-,
ascienda y continúe su camino.
Este sistema se realizaba mediante dos tipos
de tubería: con tubos de cerámica
unidos con mortero, cuando había poca altura
y por tanto la presión no era grande, o
con tubos de plomo, cuando la presión era
mayor.
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El corazón de un acueducto de piedra es el llamado
specus , el canal en sí, que tenía más
o menos el tamaño de una puerta en una casa moderna.
Las paredes, el suelo y el tejado estaban hechos siempre
de piedra, ya se construyera bajo tierra, o ras del
suelo por encima de éste, aunque algunos posteriores
están construidos con hormigón y hay otros
incluso excavados en roca sólida.
Los canales se construían con el sistema de
fábrica de sillería opus
quadratum considerado el más importante en
la arquitectura romana, o en mampostería opus
incertum , es decir piedras irregulares sujetas
con mortero y hormigón.
El canal estaba cubierto con un arco por arriba, para
proteger el agua del sol, también, un tejado
de piedra hacía menos fácil al enemigo
cortar el agua o envenenarla. Por esta razón
siempre que fuera posible se hacían subterráneos.
Los tejados se hacían de 3 formas: una piedra
plana o dintel plano, dos piedras iguales apoyadas una
contra otra, formando un arco apuntado, o bien con el
arco de medio punto.
Cuando el acueducto se edificaba en un suelo corriente
o de grava solía construirse en una trinchera.
Por el contrario, en las zonas donde había roca
cerca de la superficie, el specus se excavaba directamente
en ella.
Si había que cruzar un valle en línea
recta, entonces se construía una muralla o un
puente sobre el que se transportaba el canal. No obstante,
los primeros constructores no se atrevían a llevar
a cabo obras semejantes y preferían construir
sus acueductos bordeando todo el valle si era preciso.
Trazando la ruta
En primer lugar, el librator (topógrafo) trazaba
una ruta aproximada, siguiendo una suave pendiente no
muy pronunciada entre la fuente y la ciudad. Al hacerlo,
marcaba la ruta con estacas de madera, para a continuación
calcular qué diferencia de altitud había
exactamente entre el punto de partida y el de llegada.
Antes de que los obreros comenzaran a trabajar en cualquier
sección del acueducto, el librator tenía
que calcular la caída total y establecer la altura
de cada extremo de la sección.
El instrumento de nivelación de los topógrafos
romanos, la dioptra , no podía medir grandes
distancias, por lo que, para poder llevar a cabo sus
cálculos, el topógrafo tenía que
detenerse a medir varios cientos de veces a lo largo
de la distancia total, marcando cada diferencia de nivel
en su tablilla de cera, para luego sumarlas todas, obteniendo
así la diferencia total de altitud entre la fuente
y la ciudad. Entonces, una vez medida la longitud total
aproximada del acueducto, y la diferencia de altitud,
podía calcular la caída total, y empezar
a trabajar para trazar la ruta definitiva.
Cuando por fin, después de semanas de trabajo
agotador, se había establecido el trazado correcto,
se colocaban grandes estacas de madera a intervalos
regulares a ambos lados del camino del acueducto, que
reemplazaban a las que habían puesto para marcar
la ruta provisional.
La construcción del acueducto
Era una obra de gran complejidad debido a las múltiples
tareas que tenían que efectuarse. Su organización
dependía directamente del emperador, quien ostentaba
el título de curator viarum. El personal que
intervenía en la obra estaba constituido por
el curator aquarum, el ingeniero militar, el ingeniero
civil ( estos dos últimos solían ser la
misma persona), el topógrafo, los artesanos -llamados
los fabri, como los picapedreros o canteros y los carpinteros-,
que trabajaban bajo la dirección del praefectus
fabri, y por último los esclavos, encargados
de realizar todo tipo de faenas, sobre todo las más
pesadas.
El trabajo empezaba simultáneamente en distintos
puntos del acueducto. Se instalaban campamentos, donde
los obreros y operarios vivían mientras durase
la obra, A lo largo de toda la ruta varias cuadrillas
de hombres se dedicaban a construir calzadas provisionales
por las que transportarían las carretas y los
animales de carga la piedra a lo largo del camino trazado
entre la fuente del río y la ciudad, a retirar
la capa superior del suelo, a nivelar los salientes
y rellenar los hoyos, y al mismo tiempo, y para ahorrar
tiempo y trabajo, se abrieron varias canteras. La piedra
empleada en la construcción no se transportaba
más allá de lo estrictamente necesario.
Construcción de un túnel. Cavaban
varios agujeros hasta la profundidad deseada e iniciaban
la excavación de la galería. Estos
agujeros se mantenían una vez finalizada
la obra para asegurar la aireación cuando
se realizaban las tareas de mantenimiento.
Para la mayor parte de las cuadrillas el trabajo
preliminar consistía simplemente en excavar
una trinchera en terreno blando, asegurando temporalmente
las paredes con puntales de madera, una precaución
que no era necesaria cuando el canal se excavaba
en roca sólida. |
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Los grupos con peor suerte se encontraban con
que tenían que excavar toda su zanja en
un terreno de roca sólida, aunque los más
desafortunados eran aquellos a los que les tocaba
cavar túneles. Estos tenían que
a abrir un puteus (pozo), , cada 71 m. aprox,
y luego, con el espacio justo para un hombre,
tenían que ir excavando hacia delante el
pozo horizontal , pasando
hacia atrás con unas cestas la piedra que
iban quitando para que la arrastraran fuera del
pozo.
Al mismo tiempo, otros hombres iban trayendo
la piedra, que se había cortado en la cantera.
Luego, una vez colocados, los canteros tallaban
cada bloque cuidadosamente de forma adecuada ya
que debían encajar perfectamente sin necesidad
de argamasa, aunque luego sí se recubrieran
con argamasa las pi edras del canal, para impedir
las filtraciones. |
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Mientras tanto, los libratores iban comprobando
los progresos en todos los puntos de la obra. Una
vez que el canal tenía ya su forma aproximada,
entonces se bajaba un corobates
a la trinchera para comprobar que ésta mantenía
la pendiente. Pero como este instrumento era demasiado
grande para bajarlo por los pozos, en los tramos
de túnel se utilizaba agua para medir el
nivel. |
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Muchas veces, los ingenieros decidían utilizar
la técnica de sentada en seco, también
llamada aparejo a hueso, en la construcción
de las arcadas de los acueductos; es decir, utilizaban
la piedra limpia sin ningún tipo de argamasa.
Esto implicaba un trabajo depurado en cada uno
de los sillares, cuyas juntas debían acoplarse
perfectamente para poder ejercer la presión
necesaria que permitiese ir levantando la obra
sin más elemento de unión que la
propia presión de un sillar contra otro.
Esta técnica resulta particularmente
interesante en la construcción de los arcos,
donde cada una de las dovelas es imprescindible
para el conjunto general del puente. Si se quitase
sólo una de ellas, se podría generar
un desmoronamiento progresivo de los restantes
arcos, con lo que se destruiría totalmente
el puente que sostiene al acueducto.
Para construir las represas se utilizaron bloques
de piedra de longitud variable y de unos cincuenta
centímetros de ancho. Los bloques de la
coronación se unieron con una especie de
grapas de hierro, lo que les daba una mayor resistencia
a la presión o empuje del agua. Además
de funcionar como depósito, estas represas
servían a veces como depuradoras o decantadoras,
y un acueducto podía llegar a contar con
varias de ellas a lo largo de su recorrido.
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Una vez colocados los bloques de piedra con
sumo cuidado, se tapa con tierra todo el specus,
y después se apisona bien el terreno y
se extiende la tierra sobrante para que una vez
que crezca la vegetación nadie pueda notar
por dónde transcurre el canal.
Durante el Imperio, cuando ya no había
guerras en Italia y no hacía falta mantener
en secreto las rutas de los acueductos, éstos
se solían marcar con mojones de piedra,
los llamados cippi , útiles para localizar
puntos determinados del canal. Gracias a ellos,
si se producía por ejemplo alguna filtración
que había que repara, se podía señalar
el lugar de la fuga dando como referencia el cippus
más cercano.
Una vez que se ha terminado el acueducto, da
comienzo su larga vida. A partir de entonces hará
falta inspeccionarlo y mantenerlo en buen uso,
y para ello muchas veces habrá que repararlo
o mejorarlo.
Al llegar el agua a la ciudad, ésta se
recogía en un depósito. Este depósito
solía tener externamente un aspecto monumental,
por lo que se los conocía como castillos
de agua , a pesar de que la mayoría de
ellos estaban enterrados y era imposible admirarlos.
Estos depósitos estaban hechos y decorados
con gran magnificencia, aunque, dependiendo también
de la ciudad, eran bastante más modestos.
En el interior de este castillo se realizaba la
distribución del agua en tres canales:
el de las fuentes públicas, el de las termas
y el de uso privado. |
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| Detalle de la construcción del acueducto.
Las cimbras se soportan directamente sobre ménsulas
en el muro con el fín de economizar la carpintería:
este es el origen de la imposta o hilada sobresaliente
en muchos arcos. Una vez colocada la clave, se podía
retirar la cimbra y montarla en otro ojo del puente.
Así , con dos cimbras se podía levantar
un puente por largo que fuera. |
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Cuando las necesidades de agua eran mayores
se localizaba un segundo manantial, conduciendolo
hacia en acueducto ya construido. A partir de
la unión, duplicaban la capacidad de carga
del viejo acueducto acoplandole otro conducto
por encima del original.
Antes de los romanos, los etruscos ya conocían
la técnica de los pozos horizontales, posiblemente
importada de Arabia ( quanats).
Los Cuniculi etruscos
recorren kilómetros en Veio y otras ciudades
etruscas. |
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El Puente de Ferreres, conocido como "
el Pont del Diable", está a la entrada
de les Ferreres, trayendo el agua de la sierra
hacia la ciudad romana de Tàrraco.
El acueducto mide 200 metros de largo y su altura
máxima en el punto central es de de 26
metros.
La hilada de 11 arcos soporta otra hilada superior
de 25 arcos. Esto es debido a que a los lados
el terreno va subiendo.
( Img : www.uoc.edu/humfil/ct/Hiper_educatius/Tarraco/camp.htm)
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Ver pagina de Vitruvio
Ver construcción de una calzada
romana
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