(Libro 7 de Vitruvio.Traducción
del Inglés por Miguel Ramis )
Vamos a tratar, en primer lugar, sobre los colores
que surgen de manera natural, como es el color
ocre, llamado en griego ochra. Se encuentra en
muchos lugares y también aquí en
Italia. El mejor era el «ocre ático», pero
actualmente carecemos de él, pues cuando en Atenas
rentabilizaron sus minas de plata, abrieron unas
galerías bajo tierra para apropiarse de
la plata y si se encontraban una veta de ocre
casualmente, seguían trabajando en ella como sí
fuera de plata.
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Por ello, los antiguos utilizaron abundantemente el
ocre para el enlucido en sus obras. De muchos lugares
se extrae, y en abundancia, el almagre o tierra roja,
pero es raro encontrarla de buena calidad como es la
de Sinope en el Ponto, la de Egipto, la de
las islas Baleares en España y también
la de Lemnos que quedó corno tributo en beneficio
de los atenienses, según decisión del Senado
y del pueblo romano.
El «paretonio blanco» toma su nombre del lugar de
donde se extrae. Lo mismo sucede con el «melino blanco»,
pues se llama así porque abunda en la isla de Melo que
es una de las Cícladas. La greda verde se encuentra
en muchos lugares, pero la de mejor calidad es la de
Esmirna, que los griegos llaman Theodoteion, pues Teodoteo
era el nombre del propietario de la finca donde se encontró
por primera vez. El oropimente —en griego arsenicon—
se extrae del Ponto. La sandaraca abunda en numerosos
lugares, pero la de mejor calidad se encuentra en el
Ponto, cerca del río Hypanis
En Alejandría se halló el primer procedimiento
de preparación del azul; posteriormente Vestorio organizó
su fabricación en Puzol. El método y los
elementos de su composición son objeto de admiración
y de asombro. Veamos: se tritura arena con flor de sal
mineral formando una mezcla tan fina como la harina;
se revuelve bronce de Chipre, limado a partir de gruesas
láminas, hasta que se forme una masa compacta;
después, frotando las manos se van haciendo unas
pelotitas que, una vez bien apretadas, se pondrán a
secar, Cuando estén ya perfectamente secas, se colocan
en una orza de barro, que introduciremos dentro de un
horno: una que se haya secado conjuntamente el metal
y la arena, gracias a la elevada temperatura del fuego,
se produce un intercambio de sus propios vapores con
la consiguiente eliminación de sus propiedades.
A causa de la fuerza del fuego, se consumen sus características
originales y adquieren un color azulado.
Veamos ahora como se prepara el ocre «cocido al fuego»,
pues ofrece interesantes ventajas en los enlucidos:
se introduce en fuego un terrón de mineral amarillo
de buena calidad hasta que quede candente; después,
se apaga con vinagre y así se consigue el color púrpura.
Pasaré a tratar ahora sobre los materiales que,
gracias a un específico tratamiento a partir
de otras sustancias, sufren una transformación
total y adquieren las propiedades de distintos colores.
En primer lugar voy a hablar del negro, pues es extraordinariamente
práctico y necesario en las obras, con el fin
de que se sepa el proceso de su preparación,
siguiendo los pasos exactos de los artesanos. Se construye
una sala, similar a un lacónico, se enluce cuidadosamente
con mármol y se pule.
Delante se coloca un pequeño hornillo con unos
tubos que comuniquen con el lacónico; se tapa
la boca del hornillo con cuidado para que la llama no
se propague fuera de él: a continuación,
se pone resina en el hornillo. La fuerza de fuego ardiente
impele al hollín a salir a través de los tubos
hasta el lacónico y el hollín se adhiere en las
paredes y en la bóveda. Se recoge y parte de
él se mezcla con goma, resultando un compuesto
muy apropiado para que los libreros lo usen como tinta;
el resto se mezcla con cola y así lo usan los escayolistas
para enlucir las paredes.
Si no fuera posible disponer de todo esto, con el fin
de no demorar la obra, se satisfará o compensará
la necesidad de su uso de la siguiente manera: quémense
unos sarmientos o bien unas astillas de pino y, cuando
queden reducidas a brasas, apáguense; después,
se molerán en un mortero añadiendo cola
y así se obtendrá un negro suficientemente válido
para los estucadores. Se conseguirá también
un resultado parecido si tomamos heces de vino muy secas
y las cocemos en un hornillo; molidas después
con cola, se utilizan en los enlucidos, ya que producen
un color negro muy suave y de mejor calidad; si las
heces son de vino de categoría se obtendrá
un color negro más eficaz.
Voy a tratar ahora sobre la preparación del minio:
cuando las glebas están secas, se van triturando
con pisones de hierro; luego, se lavan y se cuecen repetidas
veces hasta que se eliminan las impurezas y así se logra
que salgan sus colores. Cuando el minio, debido a que
ha perdido el azogue, ha dejado las cualidades naturales
que tenía, se vuelve naturalmente blanco y muy
suave. Y cuando el minio se utiliza en los enlucidos
de estancias cerradas, permanece con su propio color
sin sufrir alteraciones; pero en lugares abiertos, como
son los peristilos, salas de tertulia y otros símílares,
donde puedan penetrar los rayos del sol y el resplandor
de la luna, el minio resulta afectado, se estropea y
se ennegrece produciendo la fuerza de su color.
Como ha sucedido con otros muchos ciudadanos, el escribano
Faberio quiso enlucir su casa del Aventino elegantemente,
con un gusto exquisito; pintó con minio todas
las paredes del peristilo; pero, al cabo de treinta
días adquirieron un tono desigual y francamente
feo, por lo que tuvo que pintarlas de nuevo utilizando
otros colores. Si alguien más perspicaz quisiera
que el enlucido de minio o bermellón mantuviera
su propio color, deberá observar los siguientes
pasos: cuando la pared esté ya pintada y seca,
con un pincel se extenderá una capa de cera púnica
(cera blanca), derretida al fuego y combinada con una
pequeña cantidad de aceite; posteriormente, colocando
unos carbones encendidos en una vasija de hierro la
aproximará a la pared y a la cera, que se irán
recalentando; poco a poco la cera se derretirá
y la pared quedará perfectamente igualada; a
continuación, se restregará con trozos
de cera y con trapos limpios, tal como se hace para
mantener pulcras las estatuas de mármol: esta
operación se llama en griego ganosis. De esta
forma, la capa de cera púnica impide que el resplandor
de la luna y los rayos del sol absorban y alteren el
color de las paredes pintadas. (1)
Los talleres que había en las ruinas de Efeso han sido
trasladados recientemente a Roma, pues se han descubierto
vetas de minio en algunas minas de España, de
donde se importa el mineral y aquí, en Roma,
es administrado por los encargados de su suministro.
Estos talleres se encuentran entre los templos de Flora
y de Quirino. El minio se adultera añadiéndole
cal. Si se quiere comprobar la pureza rumio debe procederse
así: tómese una plancha de hierro y colóquese
encima el rumio; se pondrá sobre el fuego hasta
que la plancha quede incandescente. Cuando su color
se altere por el calor y sea negro, retírese
la plancha del fuego; si al enfriarse adquiere su color
propio y natural, será señal de que el
minio no esta adulterado; si, por el contrario, continuara
su color negro, indicará que el no es puro, que
está adulterado. He ido describiendo lo que he
podido recordar acerca del minio. La crisocola se importa
desde Macedonia y se extrae desde unos lugares próximos
a minas de bronce (2). El azul de Armenia y el índigo
indican sus lugares de procedencia mediante sus nombres
propios.
Voy a tratar ahora sobre el púrpura, que posee,
por encima de los colores citados, una categoría
superior, una extraordinaria distinción y una
exquisita suavidad para la vista. Se obtiene a partir
de unas conchas marinas que proporcionan este color;
para los estudiosos de la naturaleza ofrece una especial
fascinación que supera otras muchas sustancias
naturales, pues no posee un solo y exclusivo color en
los distintos parajes donde se crían las conchas,
sino que presenta diversos matices de modo natural,
como consecuencia del curso del sol.
La púrpura que se obtiene en el Ponto y en la
Galia tiene un color negro, ya que son regiones situadas
cerca del septentrióón; si seguimos avanzando
entre el septentrión y el occidente, encontraremos
una púrpura de color cárdeno; la púrpura
que se recoge en las proximidades del equinoccio oriental
y occidental presenta un color violeta y la que se halla
en regiones meridionales tiene un tono rojizo; idéntico
color rojo tiene la púrpura que encontramos en
la isla de Rodas y en otras regiones cercanas al curso
del sol. Cuando se recogen estas conchas, las abren
en todo su contorno con instrumentos de hierro; de las
hendiduras, como si fueran lágrimas, fluye un
liquido que se recoge y se tritura en el mortero; se
llama «ostro» precisamente porque se extrae de fragmentos
de las conchas marinas. Por causa del salitre, se seca
muy rápidamente salvo que se mezcle con miel. (3)
Colores artificiales: Un
método de obtener colores purpúreos consiste
en teñir greda con la secreción de las
raíces de la rubia y con tinte violeta. Igualmente,
es posible obtener otros colores a partir de las flores.
Así, cuando los estucadores pretenden imitar el color
del ocre ático introducen violetas secas en un
vaso con agua y las dejan hervir al fuego; luego, cuando
está a punto vierten todo el contenido sobre
un paño, lo exprimen con las manos y recogen
en un mortero el agua que ha quedado coloreada por las
violetas; añaden greda que van moliendo a la
vez y así obtienen el color del ocre ático.
Usando la misma técnica, pero mezclando arándano
con leche consiguen un color púrpura de buena
calidad. A quienes les resulte imposible utilizar la
crisocola, por su elevado precio, mezclen azul con una
hierba llamada «gualda» y obtendrán un verde brillante
que se denomina «verde tintado». Debido a la escasez
del índigo, algunos mezclan greda de Selinonte,
o bien greda anulada con glasto o hierba pastel —en
griego, isatin— y obtienen un color que perfectamente
sustituye al índigo.
En este libro he descrito detalladamente, tal como
me ha venido a la mente, con qué método
y con qué elementos resulta factible conseguir
pinturas bellas y permanentes; también he detallado
las cualidades que ofrecen los distintos colores. Al
poner el punto final a estos siete volúmenes,
doy por concluido el tema sobre la construcción
de toda clase de edificios, así como la estructura más
favorable que deben presentar.
Pasar-e a tratar en el siguiente libro sobre el agua,
la manera de descubrirla, de hacerla llegar donde se
necesite y de comprobar su grado de salubridad y de
calidad.
Notas:
(1) Es el famoso estuco en caliente, que prácticamente
ya se ha perdido y se daba con planchas de hierro calentadas
en un hornillo de carbón.
(2) Posiblemente, cobre. Puede ser error de traducción
ya que el bronce no existe en estado natural. Se obtiene
de la mezcla de cobre y estaño, que extraía
de las minas de Cornualles, en Inglaterra.
(3) Se refiere al Murex, las conocidas caracolas mediterraneas
utilizadas como trompetas. El Dios fenicio Melcath paseaba
por la orilla cuando su perro empezó a jugar
con un murex, mancándose el hocico. La leyenda
es un ejercício mnemotécnico
para recordar que los caracoles se deben recolectar
a principios de la primavera, cuando Sirio ( la estrella-perro)
está alta en el cielo.
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