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La Casa romana
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(http://editorial.cda.ulpgc.es/construccion/1_historia/12_romano/c123.htm )

LA CONSTRUCCIÓN DE LA CASA ROMANA.

Sin duda, el gran interés del estudio de la construcción romana radica en que en Roma, bajo un lenguaje arquitectónico común, se admitieron todas las técnicas que llegaban de cualquier punto del vasto Imperio.

Por esta razón y por la enorme producción que tuvo lugar, con cargo a los presupuestos del estado, se convirtió en el lugar de concentración y fomento de tantos avances técnicos que lograron que, aún hoy día, no sólo sean validos, sino que en muchas ocasiones, cuando las soluciones modernas no nos satisfacen, tengamos que mirar a aquellos tiempos para ver cómo los romanos lo plantearon y resolvieron.

Los edificios romanos presentaban una cimentación, como la que toman nuestros edificios actuales cuando los resolvemos mediante zanjas continuas de hormigón en masa. No obstante, en sus primitivas construcciones, iniciados por los etruscos, prolongaban la base de sus elementos de carga por debajo de rasante, mediante piedras más resistentes, dejándolas inmersas en una plataforma de relleno de cascotes y mampuestos, casi sin aglomerante. Más tarde, abrieron sus zanjas de cimentación bajo los muros y soportes para rellenarlas del nuevo material.

Sobre cada tongada de mortero de puzolana se le incorporaba, in situ, mampuestos rodeados de otras piedras menores que se cubrían con una nueva capa de mortero, resultando así un hormigón similar al que hoy identificamos en nuestros planos llamándole "ciclópeo".

 

 

Es probable que al principio, los romanos, aplicaran el mortero de puzzoli sólo para las cimentaciones y obras marinas, y que más tarde se generalizara para los núcleos de los muros, las bóvedas, los arcos y otros elementos constructivos. También encontramos en Roma magníficas cimentaciones pétreas, e incluso latericias, de arcos invertidos, pero fue el hormigón el material más frecuente en la cimentación común de los edificios nuevos.

En los muros de la casa romana se dieron toda la variedad de fábricas que hemos descritos en el apartado dedicado al estudio de ellas. No obstante, lo más frecuente es encontrar el muro de adobe de dos pies de espesor, con abundante mortero en sus juntas. También es frecuente el opus caementicium, con refuerzos de dobles hiladas de adobe.

Estas verdugadas de ladrillos acostados por su tabla, se componían de cuatro o cinco hiladas (contiguas) y se situaban a una distancia de unos 80 cm., entre ellas. Los espacios entre verdugadas, quedaban resueltos por opus caementicium, paramentado por una mampostería incierta de pequeños mampuestos.

No faltaron, en la arquitectura doméstica, los muros pétreos de pequeños sillares e incluso aún podemos ver, en el interior de algunas de las casas conservadas, paramentos mostrando el siempre apreciado, opus reticulatum enmarcado por machones y verdugadas de ladrillos.

En ocasiones, el muro se construyó mediante un entramado lineal de maderos (montantes, largueros y crucetas) entre los cuales se cuajaba una argamasa de áridos y mortero de cal. Dada la ligereza de esta última fábrica o aparejo, era frecuente en los muros divisorios y en los antepechos. Buenos ejemplos de ella podemos verlos en Pompeya y, de tiempos mucho más recientes, encontraremos muchas medianeras en nuestras ciudades actuales levantadas de la misma manera.

A mitad del siglo I d.C., ya en tiempo de Augusto, la casa cambia claramente su carácter pasando a ser un exponente de la categoría y del refinamiento de la familia que la habitaba. La decoración invadió todos los rincones de la vivienda, pavimentos, paredes y techos se pintaban hasta sus últimos elementos.

En las paredes, sobre los enfoscados de mortero de cal y arena finamente cribada (opus arenatum o tectorium), después de blanqueados con el opus albarium, se pintaban zócalos, frisos y, el resto de la pared, se dividía en recuadros o cuarteles enmarcando puertas y recercando lugares donde podrían colocarse cuadros o retratos de los miembros de la familia.

Se alternaron colores en tono pastel en los fondos con los colores vivos de las cenefas, de frisos y de las guirnaldas florales que coronaban los recuadros.

LA CUBIERTA DE LA CASA ROMANA.

Aunque la casa romana, que había duplicado su atrium, podría haberse dotado de caballetes o armazones de cubierta a dos aguas, al menos en el cuerpo transversal o central en el que se situaba el tablinum, y de esta manera resolver, con un único cuchillo la cubrición de este espacio central y la de los dos faldones laterales, que vertían al primero y segundo atrium, no lo hizo así. Por el contrario, a pesar de que el armazón de doble pendiente propuesto por los fenicios y usados por los templos etruscos, era bien conocido por los romanos, éstos decidieron seguir resolviendo la cubierta de la casa señorial (Domus), en la misma forma que aprendieron de la casa etrusca. Es decir, elevando los muros y apoyando los faldones sobre pares entregados en dichos muros y apoyados en las vigas que conformaban el compluvium y el peristilo. No obstante, maestros de toda clase de cimbras y armazones de madera, no podían renunciar a estas estructuras de cubierta y la aplicaron en la casa de pisos (insula), en la basílica y en otros muchos edificios. Este armazón romano no se parecía en nada al griego, que, como recordaremos, descargaba a la viga inclinada mediante pies-derechos, sobre la viga horizontal. En la nueva armadura, los pares quedaban anclados en ambos extremos de la viga horizontal y la ponían a trabaja en tracción; es decir, esta última pieza se constituía en tirante.

Los romanos eran verdaderos amigos de lo útil y partidarios de no gastar energía en inventar lo inventado. Por ello, no debe extrañarnos lo que acabamos de comentar en relación con las pocas iniciativas de cambios que se pudieron dar en la vivienda. Además, la casa-atrio no era pieza importante en la definición de la nueva escala en la que estaban comprometidos.

La Domus se siguió mostrando cerrada al exterior, ventilándose e iluminándose a través del compluvium y del peristilo. La incorporación del peristilo a la vivienda fue una aportación romana importante, pero la modificación más lógica, en la cubierta, fue la introducción de las cuatro columnas que se colocaron en las esquinas del impluvium, para apoyar las cuatro vigas perimetrales donde descargaban los faldones de la artesa que llevaba el agua al compluvium. Ello, después de usar muchas veces el cavaedium tuscanicum, al cual renunciaron tras comprobar que las dos vigas que abarcaban el ancho total del atrium, eran las piezas más caras de la construcción de la cubierta.

Como material de cubrición se usó la teja cerámica, colocada de la misma forma que se venía utilizando en la casa griega. Es decir, canales planas con rebajes para el encajado longitudinal, que evitase el deslizamiento en el faldón y cobijas de poco abarque. La teja canal era ligeramente menor que la griega y la teja cobija, era claramente cilíndrica. Recordemos que su homónima griega era angulosa, a modo de libro.

 

Ver la casa romana II
Ver la ciudad romana

Ver Los romanos y la muerte

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